La armónica de cristal fue inventada por Benjamin Franklin en 1761 inspirado por el sonido que emiten las arpas de cristal (copas de cristal que, dependiendo de la cantidad de agua que contengan, emiten determinada nota al ser su borde rozado con las yemas de los dedos húmedas).
Se compone de varios platos de cristal superpuestos y alineados en torno a un eje central que gira movido por una correa conectada a un pedal. Al mojar los dedos y rozar el cristal, produce el mismo efecto sonoro que las arpas de cristal.
La armónica de cristal, pese a que músicos como Mozart, Beethoven o Richard Strauss compusieron piezas para el instrumento, no tuvo ningún éxito, de hecho fue prohibida por que se decía que causaba “locura, depresión y problemas conyugales”.
El musicólogo alemán Friedrich Rochlitz escribía en el periódico musical “Allgemeine Musikalische Zeitung” que “la armónica estimula en exceso los nervios y sumerge al músico en una acuciante depresión y, por lo tanto, en un oscuro y melancólico humor que acaba llevándolo a una lenta auto-destrucción. Si sufre de algún desorden nervioso, no debería tocarlo; si aun no se encuentra enfermo, no debería tocarlo; si se encuentra melancólico no debería tocarlo”.
Ahora se sabe que estos posibles efectos secundarios de interpretar música con el instrumento podrían deberse a la cantidad de plomo con la que se fabricaba el cristal y no por los efectos directos de su sonido.
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